No soy lego en béisbol ni en ningún deporte. Jamás he
dirigido ningún equipo deportivo, apenas jugué algo de béisbol en mi infancia.
Ni siquiera tengo la oportunidad de ir a los juegos del equipo rojo con la
frecuencia que quiero. Tampoco soy sicólogo, administrador o practico alguna
otra profesión que sugiera experticia en lo que aquí expongo; tan solo soy uno de miles de aficionados a
este equipo que nos desvelamos e inclusive amanecemos con un sabor amargo cuando
el equipo pierde y que ahora estamos sufriendo una terrible frustración e
impotencia. Esto lo escribo porque no soporto la sensación indescriptible que
invade mi cuerpo después de esos dos últimos fatídicos juegos con los Leones
del Caracas; sensación que en mayor o menor grado invade a cada uno los que por
alguna razón amamos al Cardenales de Lara; esa sensación que expresó El
Narrador al despedirse cuando dijo “con un profundo dolor en el corazón”.
¿Qué pasa en Cardenales? Esa pregunta no solo nos la
hacemos los aficionados (me resisto a considerarme “ fanático”, por las
implicaciones de esta palabra, pero asumo que este escrito denuncia lo
contrario); esa pregunta, estoy totalmente seguro, se la hacen los propios
dueños y gerentes del equipo; los técnicos y jugadores; hasta los mismísimos
especialistas ligados al equipo, desde el propio Don Alfonso Saer con tanto años de experiencias, pasando por
comentaristas, numerólogos y hasta el innegablemente bien formado Carlos
Alberto Hidalgo. Estoy seguro que esa pregunta se la hacen también muchísimos
otros expertos ligados a otros equipos o a la LVBP en general.
Todos nos preguntamos cómo el equipo como la mejor
ofensiva, la mejor defensiva, el mejor grupo de lanzadores abridores y relevistas
(lo dicen los números) repite la misma triste historia de muchos años, pero más
evidente los últimos diez. La manida
frase “así es el béisbol” es el argumento que dan los que no quieren o no
pueden adentrarse a respuestas que puedan agredir a los que suponen posibles
responsables; también la dan aquellos que simplemente no encuentran la
respuesta y recurren comodín que representa la consabida expresión para
encubrir su incapacidad. Otros, no tienen empacho en culpar a al manager de
turno o la gerencia (aunque si existe responsabilidad, pero no de la forma
malévola que muchos afirman). Algunos inclusive hablan de “pava” “maldición” u otras
explicaciones esotéricas; hay hasta quienes culpan al gobierno de turno. Por
supuesto, no faltan los que culpan al nuevo formato, el cual, como todos saben
en el medio beisbolístico venezolano, fue propuesto por el propio Cardenales. En
mi caso personal me atreveré a dar una explicación menos simplista,
reduccionista, emocional o metafísica, a riesgo que parezca rebuscada y
pretenciosa, aunque, repito, me motiva fundamentalmente sacarme esta sensación
de dolor, frustración y desagrado; sensación que, sin embargo, no obstruye mi
capacidad de análisis. De antemano pido disculpa si no he sido estricto en la
exactitud cronológica de algunos hechos o épocas, pero les garantizo que esto
no afecta el análisis realizado.
Para poder dar argumentos a mi hipótesis debo, en
primer lugar, recurrir a un análisis de las etapas históricas de nuestro equipo,
haciendo referencia comparativa de éste con otros equipos de la liga. Aunque no
sea de todo exacto en lo cronológico, sí soy efectivo en lo didáctico, de
manera que dividiré los períodos históricos en cada una de las décadas de vida
del equipo rojo. Por otro, mis argumentos estarán basados en algunos
fundamentos de la teoría de la organización y del liderazgo, aunque insisto en
que no soy especialista, pero sí tengo la suficiente formación para sostener lo
que expongo.
Los años sesenta fue la época de una gerencia
romántica, amante del béisbol y con la disposición de invertir en los mejores
peloteros, especialmente los importados. Fue un período de aprendizaje con
resultados interesantes. Pero, ¿aprender de quién y qué aprender? Más adelante
comentaremos. En los años setenta se mantuvo la política de la importación de
calidad, pero los peloteros criollos seguían viniendo, en general, del grupo de
aquellos que no eran contratados por los demás equipo. Cardenales adquirió una
constante: ganaba mucho al inicio pero decaía en diciembre. Por ello, muchos se
burlaban diciendo que el equipo era como las hallacas: llegaba solo hasta
diciembre. No obstante, se comienzan a ver los resultado del aprendizaje al
alcanzar la primera serie final, justamente con el equipo que conjuntamente con
los pájaros rojos había sido parte del proceso de expansión, los Tigres de
Aragua. El equipo rayado, debió ser una referencia de aprendizaje, ya que tenía
el mismo tiempo que el Cardenales y había sido más exitoso. ¿Qué tenían los
Tigres de los 70’s que no tenía nuestros “pajarracos”? Pensemos
Los 80’s es el período agridulce del Cardenales. Hubo un aprendizaje innegable
de años anteriores: solo con buena base criolla se gana (tal vez el “viernes
negro” ayudó un poquito a entenderlo). Ya no era “como las hallacas”; se logran
clasificaciones relativamente fáciles; se juegan semifinales gloriosas ante
Tiburones y finales ante los Leones que iban de desastrosas a parejas, pero
siempre con un mismo resultado ¿Equipos referenciales? Tiburones de La Guaira,
por perder a pesar de los “trabucos” que presentaban y Leones del Caracas,
quienes ganaban campeonato tras campeonato con equipos en teoría inferiores que
el Cardenales y que los propios Tiburones. ¿Qué los diferenciaba? Sigamos
reflexionando.
Con los noventa llega la época gloriosa de la
organización. ¿Qué habíamos aprendido? ¿Qué había diferente en relación a años
anteriores? La pregunta más importante: ¿Qué teníamos entonces que no tenemos
en el presente? Sigamos revisando retrospectivamente al equipo para no dejar
por fuera algunas situaciones que reflejan el comportamiento del equipo y que
dan mayor base a mi eventual explicación de lo que pasa en Cardenales, que
además sirven como registro anecdótico del equipo.
En los últimos 15 años Cardenales, al contrario de su
período “hallaquero”, pasa a ser el equipo que más perdía en octubre y el que
más ganaba en diciembre. Recordemos que
al experimentarse con el formato de las divisiones Cardenales queda tercero en
su división con mejor balance de ganados y perdidos que el quedó segundo en la
otra división. Clasificaban los dos primeros de cada división, por lo que los
rojos queda fuera. Debido a ello nace la figura del comodín, buscando hacer
justicia. En las sucesivas temporadas ocurre más o menos lo mismo. Se pierde
mucho al inicio, se gana mucho a final. Cuando logramos emparejar (al llegar a
500) el equipo se estanca o pierde “el juego bonito”. ¿Por qué ocurre esto? En
este período el equipo referencia es nuevamente los Tigres de Aragua. ¿Qué
poseían los rayados para ser un equipo
tan ganador? Vale recordar que en más de una oportunidad ese equipo llegó a
duras penas a la postemporada y en durante la misma se hacía casi invencible.
Volviendo a Cardenales, vale recordar que en este período hay un oasis: el equipo
que disputa la final y pierde, pero gallardamente, la final con Magallanes.
¿Qué tenía de especial ese equipo humilde para nada favorito y que estuvo a
punto de derrotar a un poderoso Magallanes?
El nuevo formato estaba hecho para el comportamiento
del equipo en los últimos años. El caso de Bravos (otra referencia importante a
estudiar) parecía que sería el caso de Cardenales, dado los resultados de los
últimos años. No es casualidad ni un asunto meramente financiero que la
gerencia propuso el nuevo formato. Aceptémoslo, se buscaban las condiciones más
favorables para que el equipo clasificara, confiando que siempre terminaba la
temporada regular como el equipo más ganador y que eso se mantendría en la
postemporada.
Llega temporada 2015-2016 y el equipo “se las arregló”
para que el final de la temporada regular fuera el mismo de seis de los últimos
siete años: la eliminación. Dicho desenlace cada vez en forma más dramática las
últimas tres: un robo del “home” de un ex-jugador del equipo; un juego extra en
nuestra propia casa y, luego de ganar 6
juegos consecutivos jugados impecablemente, la pérdida de dos juegos seguidos,
incluyendo otro extra, dejados en el terreno por el rival más odiado, el cual,
por cierto, estaba en su peor momento. ¿Por qué el equipo más bateador deja 24
corredores en base en los dos juegos más importantes de la temporada? ¿Por qué
los jugadores claves fallan con esos corredores en base pero dan el hit dos
innings después con las bases limpias? ¿Por qué los lanzadores estelares fallan
en el juego bonito? Estas son las causas por las cuales algunos hablan de una
película preparada, de la pava, la maldición y otras especies; aunque en lo
personal estas explicaciones me parece tan tirada de los cabellos como la frase
“así es el béisbol”.
Preguntémonos ahora ¿qué ha caracterizado y
caracteriza a los equipos que no solo han logrado ser campeones sino que han
marcado una época de triunfos? Por otro lado, ¿qué los ha sacado de la senda
del triunfo y los ha convertido en
equipos perdedores? Sin necesidad de ahondar detalles, podemos buscar las
respuestas; tan solo recordemos a Tigres de los 70’s; los Leones de los 80’s;
al mismo Cardenales de los 90’s; a los Tigres de los primeros diez años de este
siglo; miremos al actual Magallanes o a los propios Caribes. Esto para
mencionar a los equipos ganadores de esas épocas. Del otro lado están los
equipos perdedores como el de La Guaira (hasta ahora. Esperemos el efecto
Bailey) y nuestro Cardenales de los últimos años o el de los ochenta. Que hace
que estas dos franquicias con los equipos mejores conformados solo sean dos
equipos mediocres en rendimiento y sufran tanto para ganar?
La respuesta, tal vez para sorpresa de muchos debemos
buscarlas en el ámbito de la sicología organizacional y la deportiva, la teoría
de las organizaciones y la teoría de liderazgo. No es que parezca complejo, ¡es
que lo es! No podemos explicar una situación tan extraña como los resultados
mediocre y la eliminación de un equipo (por solo referirnos al de este año) tan
bien conformado, con números tan positivos (y presumimos que costoso) con la
expresión simplista y rudimentaria “así es el béisbol” ¡Por Dios! A pesar de lo
complejo del problema, trataré de ser lo más didáctico en mi explicación.
La actitud
y las acciones individuales y
colectivas de los miembros de una organización depende del llamado clima organizacional, que no es otra
cosa que el ambiente sicológico que se vive dentro de dicha organización. El
clima organizacional a su vez depende de la cultura
organizacional, una idea más compleja pero necesaria de entender. La
cultura organizacional es la “realidad” de una organización, formada a partir
de como sus miembros perciben, sienten,
piensan e interpretan las situaciones dentro de ella y las relaciones entre ellos
mismos; lo que condiciona su posición y actitud hacia otras organizaciones o
personas fuera de su propia organización. La cultura organizacional a su vez
viene de la filosofía organizacional,
la cual es mucho más que los enunciados decorativos de misión, visión y valores que muchas organizaciones escriben pero que ni
siquiera las recuerdan. A nivel profundo, real, la filosofía organizacional se
corresponde a los valores reales,
concientes o inconscientes, de una organización. Cada uno de estos elementos: clima,
cultura y filosofía organizacional está profundamente influenciada, como
cualquier organización, por los líderes que
surjan o lleguen a la organización.
En términos concretos, ubicándonos en el marco de los
clubes deportivos, el resultado exitoso o de fracaso más o menos prolongado de
los equipos dependen de cómo son atendidos esos tres elementos organizacionales
y como sus líderes, desde el campo de juego (jugadores, manager y coaches) y desde
la oficina (dueños y gerentes), puedan influir en el colectivo para desarrollar
una actitud confiada, aguerrida batalladora, en una palabra, ganadora. Una organización, un equipo
necesita revisar esos tres niveles organizacionales; tener conciencia de ellos;
incidir en ellos en forma positiva para el logro de los objetivos y las metas. Además, deben promover la
presencia de liderazgos proactivos, que cumplan misiones, dependiendo de sus
responsabilidad dentro de la organización.
Bien sea desde oficina o del campo de terreno, ha
habido personas que han generado o al menos apoyado de manera decisiva actitud,
clima, cultura ganadora en equipos en determinadas épocas de su historia.
Menciono algunos de mi generación: Homero Díaz Osuna y David Concepción(Tigres de los 70’s); el
Negro Prieto Párraga con Antonio Armas y con Baudilio Díaz (Leones de los
80’s)); Humberto Oropeza con Luis Sojo y el aporte especial de Domingo
Carrasquel (Cardenales de los 90’s); Rafael Rodríguez Rendón con Buddy Bailey y
Alex Delgado (Tigres de los 10’s del presente siglo); el Cardenales de
Valbuena; la actual directiva del Magallanes y Caribe de Oriente. Mención
especial merecen los Bravos por lo bien que grafican y confirman mi hipótesis. El
equipo margariteño saltó de lo ridículo a lo sublime al momento de cambiar su
manager; Henry Blanco viene de una cultura ganadora en los Leones del Caracas.
El “peso de la camiseta” lo simplifican algunos; clima, cultura y filosofía organizacional
aderezado con liderazgos proactivos, le llamo yo.
Del otro lado de la acera están los equipos que ha
vivido períodos prolongados de sequía ganadora. Mencionemos los que actualmente
lucen mediocres y perdedores, los cuales tienen algo fundamental en común:
cambios cruciales en su tren gerencial: La Guaira perdió a Padrón Panza y con
él la ruta ganadora; Águilas del Zulia, clasifica (hasta esta temporada) pero
de allí no pasa; los Tigres de Aragua son otros sin Rodríguez Rendón y Bailey. En
el caso de nuestros Cardenales de Lara, el equipo pasó de Humberto Oropeza
padre a su hijo coincidiendo con el
retiro de Luis Sojo. Resultado: eliminados 6 de las últimas 7 temporadas.
Valdría la pena que la gerencia analizara cual fue el factor clave en la
temporada que se llegó a la final con un equipo en apariencia débil, pero con
un liderazgo fuerte, casi caudillesco, de Luis Valbuena.
El cardenales que conocemos los últimos años pareciera
que teme o no sabe como ser protagonista. Pierde juegos increíbles; cuando
llega a los 500 puntos se traba; pierde el juego bonito. Para esta temporada, el
junior (merito a quien lo tiene) armó el mejor equipo de la liga (insisto, lo
dicen los números); se contrató un manager con tradición ganadora; se buscó un
jugador de probado liderazgo ganador (Héctor Giménez) y otro que apunta a ello
(Ildemaro Vargas); se conformó una base ofensiva insuperable; se le dio
oportunidad a los novatos y en general a todos los jugadores (nunca olvidemos
el caso de Jesús Guzmán) y la importación fue brillante en algunos caso
puntuales; se creo una base de abridores criollos ganadora como en otrora
ocurrió; tuvimos relevos en general muy efectivos; la defensiva fue la mejor de
la liga, y un largo etcétera, pero la historia fue la misma: en cada etapa del
campeonato apenas rondó los 500; perdió juegos increíbles y perdió los dos
juegos bonitos.
De lo anterior surge la pregunta que titula este
artículo: ¿qué pasa en Cardenales? Tenemos a un gerente con una mayor
experiencia que esta temporada demostró lo aprendido; tenemos un manager que
dictó pauta en la liga con su juego agresivo; tenemos jugadores de alta calidad;
tenemos potenciales jugadores líderes…¿qué falta?
Falta la actitud ganadora. La de los Sojos y los
Valbuenas en el campo de juego. La de un Rodríguez Rendón desde una oficina. La
que solo surge de un clima organizacional dentro de la cual se respire, no
deseo, sino decisión, actitud y vocación de triunfo, combinada con la humildad,
compromiso y entrega que ya muestran los jugadores, técnicos y directivos. Un
clima organizacional que surge de una cultura organizacional en la que nadie se
conforme con ser eficiente o efectivo sino ir más allá y asumirse, sentirse, creerse
con el derecho y la potencialidad de ser campeones. Todo esto se consigue con
líderes con esa actitud, líderes
ganadores en la oficina y en el terreno de juego. Líderes que hagan
sentir confiados a cada miembro de la organización en su capacidad, especialmente
a sus jugadores, a quienes no deben temblar ni dudar cuando salen a batear con
un hombre en tercera sin outs o con uno; o no deben flaquear cuando le dan la
responsabilidad de cuarto bate; que no les tiemble el pulso cuando salen a
relevar en el noveno inning del juego bonito.
¿Será que un Héctor Giménez sano y un Ildemaro Vargas
con más experiencia podrán generar lo antes descrito? ¿Será que la vuelta de
Valbuena al equipo lo logre? ¿Será que si se consigue otro jugador con las
características de liderazgo el necesario cambio ocurra? Creo que es un
posibilidad. El asunto es que la presencia de los jugadores es temporal y hasta
fortuita, dependiendo de sus contratos en el exterior y sus condiciones físicas
(caso Valbuena y Giménez). Entonces, ¿cómo volvemos a ser ganadores
consecuentes? La respuesta está evidentemente en los propietarios. ¿Por qué?
Los dueños del equipo deben en primer lugar deben
entender que un equipo deportivo no es una empresa común. Su razón de ser no
puede ni debe ser exclusivamente la utilidad financiera. Sus clientes no son
solo sus anunciantes. No es suficiente con el prestigio de ser una institución
que funciona organizada y eficientemente. Eso no basta. Es cierto que nosotros,
los aficionados y fanáticos, hemos sido incondicional con ustedes: seguimos
asistiendo al estadio, comprando camisetas y souvenirs; escuchando o viendo los
juegos para beneficio de los anunciantes (quienes pagan muy bien). En pocas
palabras, somos leales. Esa lealtad es la que sostiene al equipo financieramente;
pero sin triunfos no hay público, sin público no hay anunciantes ni venta de
artículos, menos estadio lleno para vender comida y cerveza en grandes
cantidades
Aclaro, no
estoy acusando a los dueños del Cardenales de nada, solo establezco hechos
válidos que todo empresario deportivo debe tener en cuenta. Parto de la buena
fe de éstos y asumo que ellos están tan dolidos y frustrados, y hasta más, que
el más leal y apasionados de los fanáticos, más allá de la alta rentabilidad de
este equipo. Pero si los insto a que deben “tomen el toro por los cuernos”;
deben valoren si mi teoría y cualquier otra que explique la situación del
equipo tiene fundamentos. Por el bien de todos, necesitan determinar si los que
ejercen las diferentes gerencias de la organización son, más que eficientes,
líderes con actitud ganadora y, si no lo son, actuar en consecuencia. La
amistad y la familia son algo sagrado en la vida, pero eso no obliga a que se
sacrifique el éxito de una organización, menos cuando ésta es una institución
con más de 50 años y que es seguida y amada por miles y miles de personas. Los
propietarios tienen la palabra, esperemos que no nos vengan a decir ¡así es el
béisbol!
Autor:
Carlos Rivas González
muy buena reflexion, sres necesitamos decisiones drastica para enrrumbar al equipo camino de los ganadores(campeones) un ambito de confianza donde los jugadores se sientan comodos y tranquilos monetariamente (caso valbuena) dispuesto a jugar y por no invertir algo mas no concretan, quien sabe si ese jugador fuera cambiado destino de esta temporada. tenemos el mejor equipo falta mentalidad ganadora que los triunfos lleguen cueste lo que cueste... rafael angel silva
ResponderEliminarEXCELENTES REFLEXIONES SR ALAIN.. APLAUSOS Y EXITOS....
ResponderEliminarEXCELENTES REFLEXIONES SR ALAIN.. APLAUSOS Y EXITOS....
ResponderEliminarFaltó algo importante, tenemos 2 años seguidos ganando la Liga Paralela, donde están esos chamos? con excepción de Ildemaro y Juniel? Saludos.
ResponderEliminarOK PEROA ESTE LARA LE FALTO EL RELEVO, Y LE FALTO ACTITUD GANADORA...LAMENTABLEMENTE CON SOLO NOMBRES SE GANA...SALUDOS BUENA REFLEXION
ResponderEliminarCardenales debe hacer lo mismo que hizo el Barcelona de la temporada anterior despues de vivir un rotundo fracaso, comenzo hacer las pequeñas cosas y alli estan los resultados.Cardenales necesita organizarse de la manera que le permita cambiar y cambiar a Felix Hernandez por jugadores que sirvan para nuestro equipo, LISSON. Ruben Colmenarez
ResponderEliminarHoy 22 de Enero de 2019 hacen ya tres años de este brillante análisis, ( su brillantes la asocio conque ha sido hecho por alguien que se nota; esta suficientemente cualificada para ello) a tres años decía, pocas cosas han variado. Hoy; justo de nuevo comienza una final con los Leones que; espero me cambie la percepción de que todos los elementos considerados aquí siguen y quizás seguirán vigentes, es mi mas hondo deseo ante tantas frustraciones pasadas.
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